Déjame que te cuente esto… por ahí te sirve de algo.
Perdimos la casa.
En realidad, un hermoso apartamento en un quinto piso que estrenamos a nuevo en mi adolescencia. Era nuestro lugar, hasta que dejo de serlo.
Tuve la bendición de tener una alternativa, me mudé a la casa de mi abuela, ella ya no estaba, hacía años que ya no estaba, la casa había pasado mucho tiempo sin habitar, una linda casa, pero con muchos problemas de humedad.
La cocina-comedor, particularmente se había inundado de hongos, techo y paredes, todo estaba negro, cuando digo todo, es todo.
En esa época, en mis años veinte, era una persona digamos que, bastante inútil para cualquier tipo de tareas físicas y mucho menos hogareñas, si me dabas un destornillador podría llegar a preguntar para que servía, y a parte tampoco me interesaba.
La cuestión es que aquello no me dejaba en paz, tenía que darle una solución y no tenía ni un dólar partido a la mitad.
Pregunté como se podía solucionar y me dijeron que, con hipocloríto, agua, un balde y trapos, tendría que limpiar hasta blanquear aquella habitación.
Decidí aceptar el desafío y pronto me encontré sumergido en aquella habitación pintada de negra por los hongos.
Con mi balde y el trapo, me había preparado como para ir en motocross por las dunas del desierto.
Lentes, pañuelo, capucha y guantes.
Miré aquello y pensé:
“pff , esto lo voy a terminar el día del golero”.
Pero bueno, ya estaba allí y comencé.
Mojé mi trapo y trace un cuadradito de 30 x 30 en la pared.
Gracias a que el hipocloríto blanquea, eso me fue posible. Me dispuse a dejar ese cuadradito blanco, le di con todo, me concentré solo, y únicamente en esos 30 x 30.
Lo dejé blanco en pocos minutos.
Esto me entusiasmó, volví a hacer otro cuadradito y otro más, y así sucesivamente.
Cuando me di cuenta, había terminado absolutamente toda la habitación, techo y paredes, todo estaba blanco, no lo podía creer, estaba muy feliz, lo había terminado el mismo día.
Yo solo, el inútil hogareño.
Aquel día, sin saberlo, estaba aprendiendo una de las mayores lecciones de la vida.
La de fijar metas cortas.
Porque fijar micro-metas o metas cortas, es clave para conquistar una gran meta, una mayor.
Cortas, alcanzables y reales.
Concentrarse en ellas al ciento por ciento.
No miraba toda la pared. Miraba solo el cuadradito que estaba limpiando.
Y no pasaba a otro hasta no terminar ese.
¡Me comí el elefante a bocados!.
Una frase que he escuchado decir por grandes personas de éxito.
La única manera de comerse a un elefante, es a bocados.
Calma… si eres animalista, nadie está hablando de comer elefantes. Como asados, chorizos y hamburguesas, pero elefantes no.
En fin… si lo captas, te podrás comer un elefante.
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Abrazos y palabras.
Roberto.