Madre e hija son la una para la otra.
Mi niña tiene 3 años. Es sorprendentemente analítica.
En uno de esos tantos paseos en ruta que solemos hacer —yo me desestreso al volante en silencio y ordeno mis ideas durante gran parte del viaje—, ellas conversan sin parar.
SIN PARAR
Por alguna razón, esas conversaciones no interfieren en nada mi concentración. Al contrario, me gustan.
Sospecho que es el poder del amor y la tranquilidad de estar con tu familia.
Soy bendecido, lo sé.
Ella, tomaba su jugo de caja y la mamá comía su naranja.
—La naranja es la fruta, y es más sana que el jugo, ¿sabías?
—Sí, mami. Es más sana.
—Es mejor comerse la naranja que es el fruto, porque nos da energía, fuerza, y tiene todas las vitaminas necesarias para que seas fuerte. ¡Es bueno que seas fuerte!
—Sí, mami. Tiene energía la naranja.
—¿Qué es mejor, hija, la naranja o el jugo?
—La naranja, mami.
—¡Muy bien!, ¿quieres comer la naranja hijita?
—No, gracias.
Jajaja. Fue increíble.
Entendió todo perfecto, pero simplemente decidió lo que ella quería en ese momento.
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A veces pretendemos que los demás piensen y hagan todo lo que nosotros les sugerimos.
Queremos que nos hagan caso, porque creemos que sabemos muy bien lo que estamos diciendo.
Y si no nos hacen caso, nos entristecemos, hasta nos ofendemos.
¿Cómo puede ser que no entienda lo que le estoy explicando?
¿Cómo puede ser que no valore lo que le estoy diciendo?
Es que a veces, simplemente hay que acompañar y nada más.
Sembrar palabras verdaderas.
Y confiar en que, cuando sea su tiempo, darán el fruto.
PD: Para compartir estas, . aquí.
Abrazos y palabras.
Roberto.